en la piel de la selva

martes, 19 de octubre de 2010

3 comentarios:

ana19 de octubre de 2010, 10:10
Hola Jorge. Me has dejado maravillada con este collage humano. Estaría maravilloso poder verlo en vivo y de muy cerca, pero...
Cuando saques tu obra por el país no te olvides de pasar por Río Cuarto. Abrazo largo y muchos éxitos. Me encanta
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cmarconi19 de octubre de 2010, 17:36
Hola Jorge realmente increible lo tuyo! como siempre sos un genio!! acuerdo con Ana que cuando quieras traer tu obra a Río Cuarto nos llames, siempre serás bienvenido.
Un abrazo grande. Carolina Marconi
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Betty2 de noviembre de 2010, 15:59
Hola Jorge es espectacular tu trabajo!! me encantó nunca me imaginé tanto despliege de color en los cuerpos y realmente es una selva humana. Genial. Y coincido con las personas anteriores que ojalá pases también por Bahía Blanca. un beso
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En la piel de la selva

Jorge Molina nos presenta un segundo párrafo de la obra “Argentina en la piel”, obra integral en pleno desarrollo, dedicada al pueblo, los paisajes y la identidad argentina.

La primera representación de esta serie de paisajes pintados sobre la piel fue “Gambas argentinas”, (obra expuesta en La Feria del Libro año 2010) donde el lienzo de fondo estaba formado por un collage de piernas pintadas e ilustraba con picardía y sagacidad la expresión popular “ser gamba” usando la imagen de conventillos típicos como trama donde esconder con profusión símbolos e íconos que marcaron la identidad de generaciones de porteños.

En esta nueva obra, el artista sigue explorando y profundizando la técnica de la pintura sobre la piel, siempre en colaboración con el fotógrafo y amigo Marcelo Valsecchi. La apuesta se amplía y se suman otras perspectivas e incorporan varios cuerpos íntegramente pintados para responder a la exuberancia de la región argentina homenajeada: las selvas del noreste.

17 mujeres se descubren para ser cubiertas de nuevo, esta vez con el color y la luz de la espesura subtropical. Voluptuosidad, feminidad, detalles exquisitos y semi escondidos, vida inminente participan de este espectáculo generoso y las pinturas y los filetes nos abren la posibilidad de tomarnos el tiempo para pasear con las miradas y jugar entre estas formas, entre estos huecos, entre torbellinos de pincelas y carnaduras, así, de un pétalo de un mburucuyá fileteado el ojo salta sorprendido sobre las alas de un colibrí antes de caer en la cola rayada de un coatí o las plumas de un majestuoso tucán. Es un juego embriagador que realizan nuestros ojos, que de buscar caminos sensibles en este paisaje pueden de repente deslizarse sobre una curva encarnada y traernos de vuelta a las formas de una mujer.

Hay que decir que la obra nos llena los sentidos, será la agudeza del artista, que parece afinar sus pinceles sobre la música de la selva o la presencia de cada mujer captada con justeza por la fotografía. En esta obra, lo que se ve, también se escucha, o se huele, o se palpa, porque hasta la piel pintada indudablemente despierta el sentido del tacto. Se percibe entonces el murmullo incesante e inquieto que las envuelve y nos zambulle en un universo misterioso y apasionado. Todo está a punto de… moverse, nacer, volar, devorar, dormir, meditar, marchitar o florecer. La obra transpira vida y marea la vista hasta no saber bien quiénes miran al público o quiénes son mirados, si la mujer o el pájaro, si el parpadeo es de una mariposa o de unas pestañas. El fotógrafo y el pintor tocan y nos transmiten cierta gracia y sensualidad instintiva de la mujer y quizá por eso puede conmovernos tan profundamente, porque despierta lo sensorial y a la vez lo arcaico de nuestros cuerpos y nos marcan el buen camino hacia la emoción (moviéndose hacia el exterior) al transponer la belleza y el misterio de la selva pintando sobre la piel, pintando sobre nosotros mismos.
Aurélie Frédéric

www.jorgemolina.com.ar